Esta placilla se presenta como un caso particular dentro de la sociedad Tamayina, su formación no se produce por la presencia inmediata de una gran mina que le dé su nombre, caso contrario a lo ocurrido en San José, Pique, Rosario, Guías, Dichosa, etc., minas que aglutinaban una gran cantidad de población contando con viviendas destinadas a trabajadores y familias, incluidos los administradores y altos cargos de las firmas dueñas de dichas faenas. Sin embargo, existen informes que dan cuenta de de pequeños piques mineros en los alrededores del Oro, pero a diferencia de las minas ya mencionadas, estos utilizaban una escasa mano de obra y difícilmente lograron concertar una población estable, más aún si consideramos que en estos casos los mineros residían directamente en las afueras de la entrada de la mina. Ante esto, no es posible atribuirles la aparición del poblado.
Llama la atención el nombre recibido, más si pensamos que en Tamaya se extraía solamente cobre. Creemos que el nombre no se deriva de un proceso extractivo si no que representa la idea simbólica de la palabra, cierto es que desde siglos el oro es la representación de la riqueza, afirmadas por historias de reyes, príncipes o emperadores que poseían bastas cantidades de este elemento.
No existe un acta fundacional del Oro, por lo cual debemos entender que su formación obedeció a un proceso espontáneo fomentado por la riqueza que empezaron a generar las principales minas de Tamaya. Pareciera comprobarse esta situación si se analiza su ubicación, emplazada a los pies de las minas más importantes —Pique, Rosario y San José—; es fiable decir que actuaba como aglutinador de la mano de obra que no residía en esos centros, desplazándose según el turno a sus lugares de trabajo subiendo el empinado cerro hasta llegar a sus destinos, bajando al momento de terminar la jornada laboral.
El Oro, estaba emplazado en la falda oriental del cerro, dando vista hacia Ovalle, se comunicaba con este a través de un camino de tierra que bajaba zigzagueando hasta las cercanías de Talhuén -poblado perteneciente a la subdelegación de Tamaya-, para luego seguir hacia Ovalle. Posteriormente mejoró su comunicación con los centros urbanos y poblados lejanos gracias al ferrocarril que transitaba unos cuantos metros por sobre él.
Una de las primeras noticias que tenemos de este poblado es una mención en un denuncio de mina realizado en 1845 por Serafín Álvarez1, que daba cuenta que en las cercanías de donde llaman “El Oro” se encontraba una mina de cobre. Para nosotros es de suma importancia que esta persona lo haya utilizado como punto de referencia puesto que nos está indicando que para aquellos años ya existía un asentamiento y que el poblado se encontraba en una etapa inicial lo que parece ir a la par con el inicio de los trabajos realizados en la Pique, denunciada el 25 de septiembre de 1834 por José Tomás Urmeneta, quien inició hacia 1842 la construcción de un socavón con el fin de desaguar la mina, pero no fue hasta 1850, 16 años después de ser denunciada, que dan con la veta real2 transformando a su dueño de la noche a la mañana en el hombre más rico de América del Sur.
Descubrimientos como el de la mina Pique, permitieron que a sus pies se formara este poblado, es así como el año 1882, El Oro “consta de unas 100 casas, dispuestas sin orden ni arreglo”3. Por las ruinas que actualmente existen resulta difícil comprender cómo aquel inhóspito lugar logró sostener a tal cantidad de población durante tantas décadas, pero por los informes de la época nos damos cuenta que resultaba bastante fácil acceder al agua, según El Limarí4 se obtenía gracias a las numerosas vertientes que se encontraban diseminadas por las partes bajas del cerro, además de poder encontrarla a través de pozos de muy poca profundidad en las orillas de alguna quebrada, aunque hay que consignar que no toda el agua era susceptible de ser bebida, en especial aquellas que provenían directamente del interior de las minas puesto que en ellas había disueltas sales y minerales nocivos para el ser humano. Ante esto, se debía ser muy cauteloso a la hora de utilizarla; pero aun así la cantidad de agua bebible era considerable, muestra de esto es el poblado del Sauce que hasta hoy en día obtienen su agua desde las entrañas del cerro. Si bien este vital elemento era abundante, no lo era la vegetación, salvo unos pocos arbustos diseminados por la escarpada geografía del lugar, no era posible encontrar alimentos de forma silvestre, solo pequeños huertos en las casas consistentes en árboles frutales como perales y manzanos proveían a sus habitantes algún tipo de fruta o verduras, la gran mayoría de las cuales debía ser traída desde los pueblos vecinos que actuaban como proveedores de los productos que no era posible obtener en las tierras agrestes del sector.
Al igual que las minas, El Oro se encontraba emplazado en terrenos privados pertenecientes a Silvestre Aguirre casado con Candelaria Campos quienes eran dueños de los terrenos comprendidos entre el mencionado poblado hasta el Talhuén ubicado a unos pocos kilómetros al este, convirtiéndolos en una de las familias más poderosas en cuanto a la cantidad de tierra, aunque no llegaban al nivel alcanzado por la Familia Ossa dueña de la extensa Hacienda del Limarí. Una vez muerto Silvestre Aguirre las tierras fueron transferidas a su esposa Candelaria Campos la que donó varios terrenos para diferentes fines, tal es el caso de los terrenos donde se encontraban edificados la vice parroquia y el cementerio cedidos en el año 18805. A la muerte de ella las tierras fueron transferidas a sus hijos siendo uno de ellos Vicente Aguirre, según consta en el siguiente registro del conservador de bienes raíces de Ovalle:
Vicente Aguirre es dueño de la Estancia del Talhuén con todos sus derechos incluso la población del Oro de Tamaya, que deslinda en general por el oriente con la estancia de la viñita; por el sur con la hacienda Limarí y por el norte con la estancia de Camarones. Lo obtuvo por adjudicación que se le hizo en la suma de diez mil setecientos setenta y siete pesos i cinco centavos en la partición de bines de su finada madre Candelaria Campos6.
Si bien los terrenos pertenecían a la familia Aguirre Campos, las casas en ellos edificadas no necesariamente eran de su propiedad esto porque muchas de ellas tenían diferentes dueños, ejemplo de esto es Mario Contreras quien “dio en venta una casa que tiene edificada en los terrenos de la testamentaria de doña Candelaria Campos, ubicada en el Oro, a favor de José María Cortés por $400 al contado”7. Pero también se daba el caso de que el terreno y la casa tuvieran un dueño diferente a los Aguirre Campos, tal es el caso del ya nombrado Cortes quien era “dueño de dos sitios con sus edificios, […] pertenecientes a la sucesión de don Pablo Gómez y que obtuvo por compra que hizo en remate judicial a la sucesión de don Pablo Gómez, en la suma de $550”8. Por último, se da el caso de la venta directa de los terrenos por parte de los Aguirre, como lo ocurrido en el caso de Juana Castro y Tránsito Bolados, quienes les compraron en 1882, 2 sitios en $42,90 centavos9 y $104,9010 centavos respectivamente. Conforme a la evidencia recolectada desde los archivos notariales de Ovalle se observa que este último tipo de ventas se intensificó en los años venideros, pero desaparecen casi completamente conforme se va llegando al de fin siglo, tal vez como muestra irrefutable de la decadencia que vivió la minería del cobre que hizo de la tierra que otrora altamente valorada, no tuviese valor alguno ya que no existían compradores interesados.
En el cenit de su esplendor, El Oro llegó a albergar 2107 habitantes11 haciendo necesario que en él se instalaran servicios, tal es el caso de la vice-parroquia que comprendía la Iglesia y el cementerio, ubicado al costado norte del poblado.
Alentado por la presencia de la vice parroquia12 es que en el año 1884 se instala la oficina del registro civil emplazada en una casa privada por la que se pagaba un arriendo de sesenta pesos anuales13 casa que luego debió ser abandonada producto de los temporales que afectaron en ese invierno a la comuna de Ovalle lo que provocó la destrucción de la casa y casi la pérdida de los libros, los que afortunadamente lograron preservarse hasta nuestros días. El primer oficial de esta oficina fue Juan Eusebio Lujan, a quien debemos gran parte de las citas presentes en la reconstrucción de la historia de El Oro y de la decadencia del pueblo la que finalmente fue la responsable de que en 1894 la oficina se trasladara a la mina San José14 propiedad de la testamentaria de José Tomás Urmeneta donde se mantuvo hasta mediados de 1930, para recalar por unos pocos meses en la localidad de La Torre, y luego llegar a su residencia definitiva que es Cerrillos de Tamaya en donde cambia su nombre, tomando el de su lugar de destino donde se mantiene hasta hoy en día.
Actualmente ya nada queda de aquel centro, solo unas cuantas pircas usadas antiguamente como paredes de las casas o pequeños muros de adobe, hoy en ruinas. Del camino que lo comunicaba con Ovalle solo permanece su huella fácilmente apreciable gracias a las nuevas tecnologías en imágenes satelitales, pero que difícilmente puede ser apreciado a simple vista.
Del cementerio aun hoy en día es posible encontrar algunas cruces que sobreviven al paso del tiempo, la mayoría de ellas son de hierro forjado, pero sobresale la cruz perteneciente a la tumba de Aurora Abarca de quien no sabemos el año de su deceso por no estar inscrita en este registro civil del Poblado, lo que sí sabemos es que la primera persona en ser inscrita en este registro y sepultada en el cementerio fue José María Aguirre quien el primero de enero de 1885 murió producto de una afección al corazón a la edad de 39 años15, por otra parte la última persona en ser inscrita y sepultada en el cementerio fue María del Carmen Escudero que murió el día martes 2 de marzo de 1926 a la edad de 1 año 8 meses a causa del coqueluche (tos convulsiva)16.
- Archivo Notarial de Ovalle; vol. 10, febrero de 1845, foja 48.
- Vicuña, B. [1883] (1966). Libro del cobre y del carbón de piedra en Chile. Editorial del Pacífico S.A.
- El Limarí, Ovalle, lunes 12 de junio de 1882, p. 1. PCH 184.
- El Limarí, Ovalle, lunes 19 de junio de 1882, N° 1, p. 1. PCH 184.
- Archivo Notarial de Ovalle; v. 78; N° 125, diciembre de 1880, foja 32.
- Archivo Conservadores de Ovalle; vol. 1; fojas 12-13, N° 53, 1882.
- Archivo Notarial de Ovalle; vol. 81, N° 11, 5 de enero de 1877, foja 11.
- Archivo Conservadores de Ovalle; vol. 7, N° 329, abril de 1894, foja 207.
- Archivo Conservadores de Ovalle; vol. 1, N°76, febrero de 1882, foja 19.
- Archivo Conservadores de Ovalle vol. 1, N° 77, febrero de 1882, foja 19.
- Oficina Nacional de Estadísticas. Censos Generales de la República de Chile. Año 1875.
- Archivo Registro Civil de Cerrillos de Tamaya. Libro copiador… El Oro, 3 de marzo de 1892, foja 69.
- Archivo Registro Civil de Cerrillos de Tamaya. Libro copiador… El Oro, 6 de enero de 1890, foja 29.
- Archivo Registro Civil de Cerrillos de Tamaya. Libro copiador… El Oro, 26 de diciembre de 1894, foja 115.
- Archivo Registro Civil de Cerrillos de Tamaya. Libro de defunciones, El Oro, 1 de enero de 1885, foja 1.
- Archivo Registro Civil de Cerrillos de Tamaya. Libro de defunciones, El Oro, 1926. Cabe consignar que los siguientes inscritos en este registro fueron sepultados en diversos cementerios tales como el de Cerrillo de Tamaya, La Torre, Barraza y Ovalle.