Históricamente, existieron grandes diferencias entre la población de la Zona Central1 con las del Norte Chico2, en el primer caso tenemos una zona dominada por la agricultura, la que propiciaba un asentamiento permanente de la población acorde a los tiempos de espera para que los cultivos fueran cosechados y los cuidados permanentes que se les debía entregar; su contraparte, es una zona dependiente de la minería la que no permitía un asentamiento permanente, producto de los vaivenes económicos y el agotamiento o entrada en broceo de los yacimientos; esto determinaba la migración de los mineros hacia nuevos centros donde desarrollar su actividad, generando una gran circulación de población dentro de los límites de las provincias mineras.
Una condición que se repite, es que los poblados nacidos al alero de centros mineros tarde o temprano terminan desapareciendo o entrando en una larga decadencia, por ejemplo, los centros que nacieron en las cercanías de Chañarcillo, Tres Puntas, Caracoles y por supuesto Tamaya; también encontramos las oficinas salitreras y actualmente tenemos el caso de El Tofo o Sewell; todos estos poblados desaparecieron y/o quedaron abandonados una vez agotada la materia prima o cuando se cerraron los mercados. Este mismo desenlace se vislumbra para ciudades como El Salvador y Calama, nacidas al amparo de la gran minería del cobre. La única solución para no sufrir este destino es logrando una inversión hacia otras actividades económicas que evitasen la masiva emigración de población, pues lograr sustituir la actividad económica primaria aseguraría la permanencia de un mayor número de contingente humano.
Encontramos un ejemplo claro para lo antes enunciado al analizar como influyó en las provincias de Atacama y Coquimbo el periodo posterior a la crisis producida en 1865 producto de la guerra con España, en el que sobrevino un “notable auge económico y financiero derivado del repunte de las exportaciones agrícolas”3 auge donde la provincia de Atacama prácticamente no tuvo cabida, debido a que las características climáticas no permitían propiciar una inversión hacia la actividad agrícola, a diferencia de la Provincia de Coquimbo, donde las condiciones climáticas son mucho más favorables y donde sí se pudo lograr una inversión desde la minería hacia el trabajo de la tierra. En estas circunstancias hacen sentido las palabras de Eugenio Chouteau quien se refiere a esta capacidad de pasar de la minería a la agricultura y viceversa con la frase: “Tan luego trueca la barreta por el arado como el arado por la barreta”4.
Numéricamente esta crisis se tradujo en que el período comprendido entre los censos de 1865 al de 1875 la población residente en Atacama pasará de 78.972 habitantes en 1865 a 71.498 (-7.474) lo cual representa un descenso del 9,4%; mientras que en Coquimbo la población pasó de 145.552 a 157.9625 (+12.410) reportando un alza del 8,5%, podemos presumir que gran parte del contingente humano emigrado desde la primera provincia nombrada llegó a la segunda buscando mejores oportunidades de trabajo ya sea en una u otra actividad; con lo cual podríamos explicar parte del aumento quedando un diferencial aproximado de 5.000 personas entre las que debemos considerar el crecimiento natural y las inmigraciones desde otras provincias.
Este incremento de población vino aparejado de un aumento en la producción, ejemplo de esto lo entrega la mina Pique propiedad de Urmeneta, la cual evidenció claramente que el aumento poblacional incidió también en el incremento de producción.
No es extraño que la Provincia de Coquimbo actuara como polo de atracción para una gran masa de inmigrantes, Tamaya se había convertido en uno de los centros mineros más ricos del país y posiblemente del mundo, gracias a la potencia de sus vetas contando con leyes por sobre el 60%. Pero como se dijo anteriormente no existen yacimientos eternos, ya sea por rendimiento o por demanda terminan decayendo; de este proceso no logró escapar este centro, evidenciando hacia fines de la década de 1870 los estragos generados por la crisis económica que lo llevaron a una larga decadencia hasta prácticamente quedar despoblado.
Los movimientos poblacionales se pueden construir a partir de los censos disponibles, si bien este estudio comienza en 1854, es necesario dejar en evidencia que en 1865 se sitúa el primer censo confiable de la historia republicana de Chile donde “la periodicidad y la constante preocupación por acercarse a estándares científicos internacionales, ubica a los restantes empadronamientos dentro de una tradición estadística más sólida y en constante perfeccionamiento”7 , además, es el censo que plasma numéricamente la explosión demográfica acaecida luego de los importantes descubrimientos realizados por Urmeneta en la década de 1850.
1. Bauer, A. (1970). Expansión económica en una sociedad tradicional: Chile central en el siglo XIX. Historia 9, 137-235.
2. Pinto, J.. (2007). La Araucanía y el norte chico. Historia, memoria e identidades regionales. En Godoy Orellana, Milton, et al. (editores). XII jornadas nacionales de historia regional de Chile. Ediciones Universidad de La Serena.
3. Cariola, C. y Sunkel, O. (1982). Un siglo de historia económica de Chile 1830-1930. Dos ensayos y una bibliografía. Ediciones Cultura Hispánica.
4. Chouteau, E. (1887). Informe sobre la Provincia de Coquimbo, Presentado al Supremo Gobierno. Imprenta Nacional.
5. Censos Generales de la República de Chile. Años 1865-1875.
6. Vicuña, B. [1883] (1966). Libro del cobre y del carbón de piedra en Chile. Editorial del Pacífico S.A.
7. Estefane , A. (2004). Un alto en el camino para saber cuántos somos…Los censos de población y la construcción de lealtades nacionales. Chile siglo XIX. Historia 37, 33-59.